Descolocados, subid a la nave de los locos!

  • ¿Sabes qué fue lo que mató a Metroman en la película de Megamente?
  • ¿A Sócrates en Grecia?
  • ¿A los cuervos blancos?

Estar fuera de serie. La diferencia nos azota.

¿Fuera de qué serie?

Como ya hemos platicado, cada sociedad, como institución, establece los mecanismos para su conservación y reproducción. 

Y esto implica determinar los lugares del adentro y del afuera, de lo que sí cabe y puede formar parte de la configuración social actual, y lo que, por seguridad (de la institución y sus mecanismos en su forma actual) debe quedar afuera o debe ser eliminado.

Esto delimita los contenidos de la identidad de países, ciudades, barrios y familias. Que se traduce en usos y costumbres, cultura e ideología. 

Contenidos y transportados todos ellos en el lenguaje.

Este primer límite determina las formaciones posibles de identidad de cada uno de nosotros, la mía y la tuya.

Libre soy

Sé que te gusta imaginar que eres tan libre como Elsa de Frozen, y va,  supongamos que eres libre de formar tu propia identidad a gusto y a placer, supongamos que tu toma de conciencia es tan amplia que has revisado y reflexionado sobre la gran mayoría de los aspectos que responden a la pregunta de “quién eres”.

Siendo así, quizás ya sepas también que en efecto, eres tan libre de armar el rompecabezas de tu identidad como quieras… con las piezas que se te ofrecen, y nada más.

Puedes identificarte con el color que quieras de toda la gama de pantones existente… pero difícilmente puedes inventar un nuevo color.

Aunque bueno, los niños y algunas personas psicóticas pueden inventar palabras para intentar conducir el sentido de lo que quieren/necesitan expresar. 

Ejercicio de imaginación radical.

Pero incapaces de captar su sentido y saliendo de lo que el común de nosotros está capacitado para entender, lo corregimos, y lo ponemos fuera de lugar. Educamos.

Y he aquí el carácter paradójico de la educación.

Pues al educar transferimos las herramientas para descubrir y dar sentido al mundo, al mismo tiempo que lo limitamos, solemos enseñar que el sentido solo va de la A a la Z, fuera de ahí se encuentra la nada o la locura, a veces ambas.

Aunque un carácter más profundo de la educación aporta la flexibilidad para ir más allá y con bases más sólidas.

Así forjamos el mundo, y es un ejercicio de “entre todos».

Se nos da su forma y sentido, y nos unimos a los mecanismos que deben mantenerla de alguna manera igual. 

Y de repente “algo falla”.

Algo pasa en la fábrica social, un error de comunicaciones y se presenta la diferencia.

Aquí la ruta se parte en dos.

Porque bien puedes ocupar el lugar de Vanellope y ser tú la falla, que frente a toda una serie que había salido casi idéntica y sin “errores”, seas precisamente tú la única persona que salió diferente, con “fallas” y que de alguna manera, aunque te pareces, no terminas de encajar.

O puede que seas un agente de la TVA (Autoridad de variación temporal) y te sientas identificado con la misión de proteger tu realidad tal cuál es y eso implica perseguir y destruir cualquier variante.

Si te tocó el lugar de Vanellope y algo falló en tí para reproducirse exacta e idénticamente igual que en todos, no te tengo las mejores noticias.

Porque van a juzgarte, y te van a querer corregir. 

Estarás desencajada, descolocado y eso puede marcarte.

Y podrás querer hacerte a un lado del todo y de todos o encajar por fuerza y cualquiera de las dos duele. O podrías querer cortar partes de ti para poder caber, porque has aprendido que adaptarte es igual que estar entre todos.

Sus colores, sus sentidos, sus proyectos y su forma de vivir. Es lo que hay.

Sentirás cómo lo que tiene sentido para ti es poco a poco aplastado y amenazado por el peso de la mayoría. Y lo dejarás escurrirse entre tus manos derrotado o lo tomarás como una espada para atacar y alejarte de todos esos que se avalanchan sobre ti.

De cualquiera de estas dos maneras, la resignación o la alienación, la paz no parece ir a tu encuentro.

Photo by Greg Betanov on Pexels.com

Psicopolítica

Ahora, no se trata de maldad pura de todos los demás que te persiguen y te acusan.

Porque acusar maldad es quitar responsabilidades, que todos tenemos.

Para ellos, se trata de pura y bruta supervivencia. Donde lo bruto es un carácter que persiste. Se rechaza la diferencia porque no se la entiende, porque el juicio no alcanza a penetrar en ella y no la puede hacer parte de sí, ni integrarla. 

En el pensamiento más profundo e inconsciente, aquello que es tan diferente a mí, puede destruirme.

Pero esta reacción habla más de las carencias y limitaciones del juicio que del carácter bueno o malo de lo que es diferente.

Lo que mata a los cuervos blancos es el rechazo de sus cuervas madres, lo que mató a Metroman, o al personaje del superhéroe que Metroman interpretaba, fue darse cuenta que aún cuando él ya no quería seguir con el juego, con el baile y la farsa que había montado con Megamente, ni él ni Metrocity lo dejarían abandonar esa vida, le imputarían que él nos debe su vida sólo por sus dones, y entonces escapa bajo el disfraz de su propia muerte, lo que mató a Socrates fue andar de preguntón.

Y estar descolocado frente a la farsa de saber que habían montado todos los demás, levantando las faldas de ese velo y denunciando que bajo las formas había poco sentido y poco saber.

Que si el no sabía nada, los demás estaban pa’ llorar.

Al menos el asumió su no saber.

Lo que mató a todos ellos no fueron sus diferencias, más bien los matamos por sus diferencias.

No es cierto que rechazamos sólo lo que nos hace daño, nuestro amor a los excesos es la mejor prueba de ello.

Estas limitaciones en el juicio y entendimiento sociales todavía hoy nos hacen confundir y asociar un conjunto de pensamientos como si fueran lo mismo: lo regular, lo repetitivo y común, con lo normal, a lo que se le asigna un valor de bueno.

Y se lo opone a otra serie de pensamientos: de lo irregular y diferente, asimilados con lo anormal, a lo que se juzga como malo.

En la antigüedad uno de los máximos representantes de la diferencia y de lo que debía ser excluido, rechazado o destruido, era la locura. El máximo descolocado.

Sin ser entendida y ni siquiera interrogada, pero sí juzgada como algo malo.

Este carácter enjuiciador se volvió parte, hoy de manera muy sutil, de nuestro entendimiento de la salud mental, que debería explicar nuestras formas de pensar, sentir y actuar sin juzgarlas.

La categoría de Salud Mental también es usada como una sutil categoría política, para restringir o censurar. Pues seguimos acusando falta de salud mental y por ende, de algo malo, a lo que sale de lo regular, común y conveniente (Para unos).

Esto es lo que nos moviliza contra aquellos que no encajan, contra los descolocados, los que hacen cosas “raras”.

Seguimos canalizando a las personas a la búsqueda de ayuda psicológica cuando juzgamos que lo que hacen está mal, fuera de lugar y es para corregirlos, no porque nos preocupe su bienestar.

Hoy se convierte nuevamente en categoría de superioridad moral, solo hace falta ver la mirada despectiva que suelen dirigir algunas personas que está en terapia, a aquellos que no. 

Son los nuevos iluminados.

Partid ya, proteger lo normal.

 El barco de la locura espera para aquellos que están descolocados.

A los que sienten que no encajan. Los que rompen la norma.

Los que tienen preguntas para la vida y que se atreven a cuestionar el sentido y el propósito de lo que hacemos, el sentido y el propósito de todos nosotros.

No vaya a ser que denuncien nuestra forma vacía. Y que se atrevan a señalar y crear sentidos nuevos. A cambiar nuestro mundo.

Porque los descolocados pueden ser una amenaza para la rutina y lo mismo, el campeón contra el eterno retorno de lo mismo. Pueden incluso imaginar a Sísifo felíz.

Ahora, aquí nadie es tan esclavo, todos somos algo descolocados y todos somos algo opositores al cambio. La cosa es equilibrar, y el equilibrio es una cosa que se inventa todos los días. 

Eso es adaptarse de manera activa a la realidad.

El descolocado puede hacer su lugar, si logra descubrir y asumir lo que lo mueve y lo rompe en la rutina. Y de eso, vamos a hablar en el siguiente capítulo.

Aún quedan cosas que aclarar para los descolocados, un poco de esperanza porque es en ese “síntoma” donde los que no encajan pueden encontrar libertad, la que los «bien adaptados» solo podrían soñar.

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Nos leemos la siguiente semana ¡Hasta luego!

Procesando…
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Una respuesta a “Descolocados, subid a la nave de los locos!”

  1. […] del malestar que implica sentirse «descolocado». El cual ya trabajamos en artículos anteriores (Descolocados, subid a la nave de los locos! y Cuando no encajas, 3 casos para […]

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